Hijo mayor de 4 hermanos nací el 1 de junio de 1991 bajo el alero de una familia fuertemente católica y muy comprometida con la educación de sus hijos.
Luego de haber pasado por el Colegio Cumbres, en séptimo básico decidieron mis padres cambiarme al Colegio San Ignacio El Bosque, donde pude finalizar mis estudios. El cambio me llevó a darme cuenta de las distintas realidades, en todo ábito, frente a las cuales estamos muchas veces impermeables. No sólo ir a trabajos de invierno, verano, trabajos de fábrica, y muchos otros, sino que el vivir día a día con gente que no tenía ni cerca las facilidades económicas a las cuales muchos estamos acostumbrados me llevó a entender la realidad del país con otros ojos (y pensar que era un colegio particular pagado, imagino ya los otros).
Este compromiso con la sociedad me llevó a dirigir diversos trabajos con alumnos menores de esta institución, pero también me inculcaron que la ayuda por mero auxilio no vale la pena, sino que hay que darle sentido a las cosas, por ello me desafié al máximo intelectualmente para entrar a esta Universidad a estudiar Derecho, donde existen de sobra las herramientas para hacer justicia.
Ya en la Universidad me di cuenta que las cosas no eran como pensaba que serían, la academia era monótona (con ciertas excepciones), el debate era a veces “unilateral”, el pluralismo que uno esperaba de una universalidad de gente en realidad era sólo aparente. Pero también habían cosas que desde el principio me encantaron y me hicieron hacerme parte de esta facultad, como lo es su orden administrativo, el compromiso de los profesores con su cátedra, y las “buenas vibras” que irradia su gente.
Debido a lo mismo es que participé activamente del movimiento Construye todo este año como encargado de “justicia social”, organizando desayunos con los funcionarios de la Universidad (hay que partir por casa) e intentando estar al día en la discusión y debate sobre el movimiento estudiantil. Esto en conjunto con seguir participando de las actividades que el CADe me ofrecía, como ser tutor, asistir a “trabajos novato”, porque la Facultad se hace no sólo criticando, sino también cambiándola desde dentro.
Pero ahora el desafía es mayor, ya hace 4 meses venimos reuniendo gente de distintos lugares, intereses e ideologías pero con las que compartimos un mismo análisis de lo que le hace falta a esta Facultad que debiera estar a la vanguardia a nivel país, y creemos firmemente que el lugar indicado para realizar estos cambios es un Centro de Alumnos crítico, autónomo, integrador, con conciencia ciudadana y enfocado a la justicia social. Ese es nuestro desafío, formar un Centro de Alumnos que abarque a todas las personas que piensan distinto pero que comparten un mismo amor por la Facultad, porque “Derecho Somos Todos” creemos que este proyecto se construye con cada uno de nosotros.